Dice el refranero que "es de bien nacidos, el estar agradecidos", y como puede desprenderse del título, o lo largo de quince años, son muchos los recuerdos y los nombres que se agolpan en la mente de todos nosotros. Desde los que imprimieron su impronta en la falla, hasta los que de forma collada y en penumbra contribuyeron a su mantenimiento; unos y otros han convivido a lo largo de los años facilitando la tarea que a todos nos compete: llevar la fiesta a nuestro barrio. En primer lugar hay que hacer mención al "padre de la criatura", sin cuyo concurso no se habría iniciado la andadura. Me refiero naturalmente a Enrique (Enrique Esteve, ¡por su puesto!), persona querida y "odiada" por unos y otros, amigo de sus amigos, contrincante duro de roer, pero al fin y al cabo hombre sin cuyo tesón (podríamos leer "cabezonería") esta falla hoy no existiría. ¿Quien de nosotros no ha tenido que recurrir a Enrique para que le solucionara algún tema urgente, importante o nimio?. Sinceramente creo que todos..., y ahí siempre estuvo para intentar solucionarlo..., y todavía lo está. Tengo la completa seguridad que, aunque circunstancialmente se encuentre en nuestra falla vecina, algún día volverá, y aquí siempre encontrará el cariño y la controversia con las que él tanto ha disfrutado. ¿Y quien no tiene "in mente" a otro de nuestros "pesos pesados" de la falla, como lo fue Antonio González?. El fue durante años el "motor sin fin", que mediante una cuidadosa planificación, desde el 20 de marzo al 19 de marzo del año siguiente, movía todo el engranaje, hacía que cada pieza realizara el movimiento síncrono, y cuidaba de poner el suficiente engrase para que la máquina no chirriase. Su actividad profesional le obligó a alejarse de nosotros, pero siempre mantuvo el contacto, ayudó en cuanto se le requirió, y vino al menos "un ratito" durante los días de fallas a estar entre nosotros, en su ambiente. Una de las piezas de la máquina, que, durante trece años, trabajó "sin chirriar" fue Rafa Gonzalbez. Muy probablemente consiguió el contacto más directo entre los vecinos de barrio y la Comisión; subió y bajó escaleras, entró y salió de nuestros comercios, siempre con tesón e ilusión, intentando aportar esos granos de arena que resultan imprescindibles en la resolución de todo ejercicio fallero. Otros muchos brillaron entre nosotros por su saber estar en los momentos que más se les necesitó, realizando esa labor callada que anteriormente mencionaba, como fue el caso de Juan Silla, Carlos Canet, Julia Soria, Saturnino Solano, Fernando Martí - Belda, Javier Serra y Tomás Mut, entre otros. No debemos olvidar a un conjunto de personas que realizaron un gran esfuerzo, bien para ensalzar los actos programados en nuestra Semana Fallera, o bien para apoyar a la Comisión en los momentos más duros y delicados o lo largo de estos años. Me refiero o los Sres. de Alonso, Calatayud, López, Martínez, de Nalda, Nebot (Vda. de), Pastor, Pelejero, Peyrolón, Roldán y Tarazona, por cuya contribución especial siempre les estaremos agradecidos. Por supuesto, no podemos dejar en nuestro recuerdo o todos los que han sido nuestros Falleras Mayores: Nuria y Leo, Chelo y Beatriz, Charo y Mª Eugenia, Cuca y Mª José, Olvido y Paz, Inmaculada y María, Mª José y Moaría, Mª Carmen y Mª Gracia, Mª Carmen y Esther, Roque y Lourdes, Amparo y Marta, Chelo y María y Noelia y Rosa, sin cuya alegría, ilusión y belleza, nuestra Falla hubiera quedado ensombrecida. Y no quisiera terminar este sentido recuerdo, sin hacer una mención especial o todos aquellos que de una u otra forma contribuyeron a nuestra fiesta, y que hoy ya no se encuentran entre nosotros. Sin querer destacar a ninguno de ellos no puedo dejar de hacer mención de Jorge Peyrolón Guía, nuestro Vicepresidente perpétuo, y de Enriqueta Mollá (Vda. de Esteve) que nos ha dejado recientemente y que vivió en la trastienda de su papelería tanto los momentos más felices como los más azarosos. No dudo que todos ellos desde su especial atalaya continuarán ayudándonos para un mayor esplendor de nuestras fiestas.