Pues sí, hace ahora nada menos que 15 años que plantamos nuestra primera falla. Aún recuerdo la primera reunión en una cafetería de la calle Hernán Cortés, cuando apenas habían transcurrido unos días desde la "Cremá" de aquel 1978. Nacíamos, como quien dice, de en medio de unas cenizas, y con toda la ilusión del mundo. Habíamos visto por última vez, quemar las fallas de otros, porque habíamos decidido que en Marzo de 1979 quemaríamos la nuestra. El tiempo pasó volando y al fin llegó la que iba a ser nuestra primera "plantà". Por fin pudimos ver materializado el resultado de un duro año de esfuerzo; duro porque la mayor parte habíamos pasado, de golpe y porrazo, de simples espectadores a inexpertos protagonistas; y duro también porque en el camino perdimos a un fallero que quiso llevar la fiesta donde moran los ángeles como él. Y nos dieron el Primer Premio de la Sección. ¡Nos lo habíamos ganado, que caramba!. Luego vendrían los años, uno tras otro. Unos mejor, otros ...menos mejor. Vacas gordas y flacas. Pero al final de cada ejercicio se renovaba la ilusión como, gracias a Dios, se renueva hoy. A una Comisión sucedía inexorablemente otra. Nuevas caras, nuevos cargos y siempre el eterno problema de a quien le cae la "peladilla" de la Presidencia. Aunque a decir verdad aquí ocurre como en los toros, siempre hay un espontáneo que se arriesga a recibir un buen revolcón, incluso quien repite y sale prácticamente inmaculado al final de cada faena. Durante estos primeros 15 años de nuestra historia, hemos obtenido dos primeros premios de sección, y un buen número de otros niveles. En dos años consecutivos logramos también el primer premio de la Cruz de Mayo y en otra ocasión más, nos lo "robaron" y por eso ya no concursamos, solo participamos porque hay que mantener las buenos tradiciones. Instituimos el Belén - otra tradición a conservar y fomentar - que también ha alcanzado premios importantes y algún que otro "robo", que todo hay que decirlo. En resumen hemos logrado dar vida o un cruce de calles y sumar a la barriada en la celebración de unas tradiciones tan nuestras, porque no queremos ser una rara excepción. Pues bien, el intentar hacer un pequeño balance de los 15 años vividos, es siempre una tarea grata, porque grato es también recordar todo lo bueno - que es mucho- aprendido en el noble arte de ser fallero. En este mundillo aprendemos a convivir, en aras de un proyecto común llevado con ilusión. Ampliamos notablemente el círculo de las buenas amistades. Conocemos de cerca lo que es la fidelidad, de esos otros falleros, los de Honor, sin cuya constante ayuda y aliento no llegaríamos al final. Y sembramos para el futuro, inculcando el amor a una tradición, en los hijos que ya comienzan a relevarnos en muchas funciones, y que suponen una clara continuidad de un proyecto que empezó hace ahora 15 años,