Lo bien cierto es que no encuentro el nombre apropiado porque tampoco quería ser repetitivo con el título del pasado año, pero sería imperdonable no nombrar a Albacete, lugar, destino o (ahora que no nos oyen) excusa para pasar aun buen rato de verdadera amistad entre unos cuantos amigos. Fijaros si el acontecimiento es importante que se tuvieron que suspender otras actividades falleras programadas para la fecha, no sin su correspondiente debate previo el jueves anterior, y también con el consiguiente “enfado” de algunos que vieron truncada su agenda. Pero, como es habitual, se impuso la mayoría y se optó por lo conveniente. Señalar que el único manchego y verdadero guía de la expedición -Jorge Meneses- tuvo que sortear algunos inconvenientes puesto que los horarios de Renfe no se ajustaban a los nuestros, consecuencia de lo cual los falleros de menos edad se tuvieron que quedar en Valencia, aunque lo bien cierto, parece ser, no tenían el preceptivo permiso en regla. Otro año será para ellos, porque los que probamos, repetimos. Ya metidos en el tren y con cierto retraso, aunque no el suficiente como para reclamar la devolución del importe del billete -pese a que alguno lo intentó-, llegamos a Albacete, ciudad señorial, elegante y ya con claros vestigios de la proximidad de las fiestas navideñas por sus calles abundantemente engalanadas. Primeramente se imponía la razón y había que reponer fuerzas y así se hizo -algunos parecía que no habían cenado el día anterior- departiendo los buenos manjares manchegos entre los que destacaría “el marisco de Salobrar” exquisito manjar que no debéis dejar de degustar; el que sirven en el restaurante “la higuerica” es excepcional. Pero como había que matar la mañana, aprovechamos para recorrer prácticamente todas las administraciones de lotería conocidas, hasta el punto que alguno -y no cito nombres por aquello de que hacienda somos todos- se trajo todas las terminaciones. Quiero decir, que se trajo décimos con la terminación de toda la decena. También la tienda de cuchillos y navajas -“gomez”- propiedad del amigo de nuestro anfitrión fue visitada y poco menos que asaltada porque alguno compró hasta cuchillos que no hacen falta, pero había que comprar cuchillería de Albacete. Cansados de la tensión, sin dinero, cajeros automáticos agotados y con los bancos cerrados para poder renovar las tarjetas de crédito, optamos por descansar y volver a reponer fuerzas, no sin antes visitar una de las tiendas más importantes de la ciudad por sus quesos típicos, productos del cerdo -(nos acordamos del que teníamos engordando para la matanza), caza y demás. Deciros que entramos a las 13,52 con horario de cierre a las 14 horas y salíamos a las 14,50 habiendonos hecho varias fotografías con el dueño, que nos hizo la ola, emocionado, cuando nos fuimos. Por cierto, que nos regaló varias participaciones para el sorteo de una espléndida cesta de navidad, que no salieron premiadas. La comida merece mención especial. Teníamos admiradores hasta en el techo del comedor -salón de Chicuelo II- que no cesaron de dar buena cuenta de nuestras viandas: atascaburras, gazpachos, cabrito y otras minucias. Obviamente todo bien regado -aunque, quizás, echamos en falta alguna que otra copita de mistela- y en un ambiente excepcional de amistad y, porque no decirlo, de sacrificio y responsabilidad porque estabamos representando el espíritu fallero lejos de nuestra tierra. Y así sucedio que a la salida del restaurante -más que salida fue despedida forzada- nos encontramos con el Sr. Alcalde del Ayuntamiento de Albacete que estaba inaugurando la iluminación navideña a quien nos aproximamos y con mucha cortesía le comunicamos -siempre es el mismo-, ante las cámaras de televisión, que veníamos de Valencia (a lo cual textualmente manifestó: ”ah...se me cae la baba oir hablar de Valencia, qué ciudad.”). Aprovechamos para invitarles a visitar nuestro casal en Fallas, le dimos las coordenadas a lo que replicó el Concejal de Fiestas invitandonos a su tienda de ropa: “al girar la calle a la izquierda”. Despedidos de la comitiva municipal, nos dirigimos a recoger las viandas y dulces que nos habían encargado las respectivas con lo cual llegamos a la estación ya preparando el retorno, tan cargados de bolsas y paquetes que nos preguntaron qué feria se estaba celebrando porque todos coincidiamos en la marca de las bolsas y paquetes. La vuelta, desperdigados por el vagón fue tranquila, reposada, comentada con satisfacción y finalmente algo interrumpida por un grupillo de indocumentados que indirectamente mostraban su disconformidad a cuantos cánticos y melodías emanaban de nuestros móviles. En suma, día tremendamente ajetreado, agotador, de amigos, y con la conciencia tranquila del deber cumplido dejando nuestra impronta fallera en la hermosa y señorial ciudad de Albacete. Para el año próximo ya hay reservas.
